Hacer política desde el sindicalismo no siempre resulta cómodo.
Pero, es un deber ético hacer política en el terreno sindical, sobre todo
cuando la historia nos coloca frente a escenarios de desigualdad y atropello
contra los más débiles, los trabajadores. Ahí, hay que tener una posición,
defenderla, discutirla, aun cuando no siempre tengamos que coincidir con otros.
Al final, eso no es relevante, ni nos preocupa. Como el derecho, la economía y
la filosofía y otros campos de la vida humana, la política no es, ni será ajena
a la contradicción. Es también un campo de batalla.
Nos ocurren estas reflexiones a raíz de los siete años de la
desaparición física del maestro y compañero Edwin Calle Alata. Conocí a Edwin
en la Base del Dolores Cavero de Grau en el 2001, por aquellos años era el
secretario general del SUTE Base. Sonriente en el diálogo, querido por sus
alumnos. Tuvo la cortesía de recibirme en el colegio, al que llegaba merced a
una reasignación, estrechándome la mano. Todo un maestro, educado, de buen trato.
No coincidí con Edwin en todas sus posiciones e interpretaciones
acerca del proceso político, pero él respetaba mis ideas, mis criticas acerca
de la manera en que se hacía sindicalismo por aquellos años. La unidad en la
diversidad, principio sin el cual sería inentendible la tesis mariateguiana
sobre el Frente Único. Desde ahí empecé a reconocer la plasticidad de Edwin
para entender las discrepancias en un marco de mutuo respeto, es decir, su
vocación para hacer política civilizadamente. ajeno al discurso sectario que
condena a la liquidación moral y política a aquel que piensa diferente.
El aporte jurídico es clave en la lucha sindical, me dijo en una
ocasión. Lo entendí al toque, recordando la noche en que el comité electoral me
encomendó redactar la resolución que formalizó en el 2003 la victoria electoral
de Edwin contra Patria Roja. Junto a él, la guardia histórica del glorioso SUTE
14 SECTOR, los cc. Leoncio Guevara Díaz, Felipe Torres Andrade, Haydee Suárez
Bobadilla, entre otros.
Al margen de todo ello, coincidimos en algo fundamental, romper
en definitiva con el sindicalismo burocrático, antidemocrático, torpemente
partidarizado en el sindicato magisterial. Entendimos que tales prácticas,
provenientes de esa izquierda troglodita, sin tradición democrática,
reaccionaria, encaminaban sin freno al sindicato al desprestigio y divorcio del
magisterio peruano. Barrer a Patria Roja del sindicato era necesario,
fundamental e inevitable. El tiempo terminó dándole la razón.
Poco después, vino la gran tarea. Forjar el CONARE, fortalecer
su presencia en Lima metropolitana, resistir la adversidad política, los
agravios también, especialmente de quienes vieron a este primer esfuerzo de
centralización clasista como al mismo demonio pro-senderista. Como máximo
dirigente del Dolores Cavero de Grau, más tarde primer secretario general del
SUTE CONARE Lima y luego en la HNI del 2007, Edwin supo capear el temporal,
convirtiéndose en un apreciado y respetado dirigente en Lima metropolitana,
hasta que un accidente terminó con su vida aquel 08 de marzo del 2011. Junto a
Edgar Tello Montes y otros dirigentes, maestros y una multitud de alumnos y
padres de familia, recuerdo su velatorio en el patio del DCG, un bastión del
sindicalismo clasista.
Sin duda, Edwin estaría hoy satisfecho por el esfuerzo inicial
de los primeros conaristas, su probada consecuencia, su capacidad para
atravesar la adversidad y desprendido aporte a la lucha sindical. Cosas de la
historia. La HNI del 2017 ha cancelado al viejo sindicalismo, desnudando su
monumental mediocridad política y vergonzoso pro-gobiernismo, como en algún
momento pronosticaba Edwin. Esta lucha ha abierto un nuevo proceso, una etapa
en el que hay que hilar fino para alcanzar el respeto del magisterio peruano,
ser sus legítimos representantes. La práctica concreta de nuestro c. Edwin Calle
Alata e innumerables maestros y maestras caídos en las luchas del magisterio
peruano, animan este nuevo proceso.
Juan Contreras
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