Título original: San Marcos, el ciudadano
La semana pasada, Diego Macera publicó en
El Comercio un artículo ─
“San Marcos el suertudo”─ a raíz de las protestas en la universidad San Marcos
. El argumento es que las universidades públicas no deberían ser gratuitas.
El autor señala que invertir en la educación superior tendría un bajo retorno social, comparado con el programa de primera infancia Cuna Más. Además, que no existiría motivo para que un estudiante en capacidad de financiar su educación lo haga con el dinero de los contribuyentes.
A partir de las escalas de pago, los recursos de los estudiantes pudientes podrían financiar la educación de los más pobres. A lo que se suma la propuesta de implementar un programa de préstamos subsidiados.
Cierra el artículo afirmando que debería acabar la suerte de San Marcos, para darle paso a la meritocracia.
Imagen: Canal N
Responderé por qué representa una visible posición sobre la universidad pública y San Marcos, incluso replicada por algunos medios de comunicación.
Para comenzar, veamos que entre setiembre y marzo, hubo en esta universidad 52 mil postulaciones para 7 mil vacantes.
Si lo comparamos con las privadas, ser ingresante sanmarquino es de lejos lo más exigente, por lo que representa el sacrificio para acceder a una vacante ¿Eso no es meritocrático?
Por otro lado, comparar el retorno social de Cuna Más con el gasto en la educación superior es un error metodológico que parece demagogia. Es más coherente ver el gasto de la región en las universidades públicas. El Perú, según UNESCO 2013, es el que menos gasta por alumno con respecto al porcentaje del PIB per cápita. Mientras que el promedio de la región es de 29,57% por alumno, nuestro país solo gasta el 10%, en tanto Brasil y Colombia gastan el 30%, Argentina el 20% y Chile, el 15%. Esa es la comparación que debe alarmarnos.
El autor propone que los estudiantes deben endeudarse para estudiar.
Ese mecanismo, aparte de abrirle una nueva línea de negocio a los bancos, ha demostrado ser pernicioso en otros países. Lo mismo sucede con las escalas de pagos. La universidad pública es una instancia de equidad basada en un derecho fundamental, no de diferencias de acuerdo al nivel de ingresos.
Pero el problema central del artículo es concebir a los ciudadanos que ejercen sus derechos como “suertudos”.
¿Son suertudos los pacientes de la salud pública?
¿Son suertudos los vecinos atendidos tras los huaicos?
¿Son suertudos los jóvenes de bajos ingresos que alcanzan con esfuerzo estudiar en una universidad?
Imagen: El Comercio
Más que recordar derechos, el Estado debe darle a la universidad pública mayores instrumentos para que la inversión repercuta con más contundencia en la sociedad. Una inversión a medias resulta a la larga ineficiente. A pesar de ser San Marcos la segunda universidad en producción científica, debería mejorar sus condiciones y aumentar aún más su productividad.
Diego Macera cita sintomáticamente las Tradiciones peruanas. No olvidemos que Ricardo Palma intentó crear una identidad criolla, soslayando a los indígenas y afrodescendientes. Ocultó el racismo y la desigualdad de su época. Gonzalo Portocarrero decía que gracias a la sonrisa que Palma arranca, la historia del Perú es despojada de su sustancia trágica.
Quizá convenga volver a Gonzales Prada, su máximo detractor, y con ello asumir la realidad que a veces sabe a tragedia y, desde ahí, construir ciudadanía.
*Moisés Rojas es profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y regidor de la Municipalidad de Lima.