Isla de 200 crímenes
Trae esta edición un testimonio desgarrador sobre la matanza de El Frontón dirigida el 18 de junio de 1986 por Luis Giampietri y Agustín Mantilla, acatando un plan ideado en Palacio de Gobierno.
El testimonio proviene de un ex prisionero de la isla, que no era senderista y que, aparte de padecer torturas personalmente aplicadas por Giampietri, vio a Mantilla subido sobre el tanque de agua, escoltado por marinos. Mantilla, entonces viceministro del Interior, no movió un dedo para evitar la matanza. Sin duda, sabía que su jefe y protector, Alan García, se sentiría, igual que él, complacido con el exterminio.
El testimonio que presentamos debería incorporarse al expediente del caso, pues no sólo describe, paso a paso, las acciones homicidas, sino que también plantea, tácitamente, que éstas serían un proyecto, un objetivo, una orden.
En más de una ocasión hemos citado, texto en mano, la página del periodista conservador Mario Miglio en su libro Mi paso por el periodismo, en el que habla de cómo, en Washington, la noche del 18 de junio, se enteró por diálogo telefónico con “un amigo y destacada figura política” que el gobierno “procedería a la liquidación de los reclusos”.
En carta dirigida 4 años después, el 7 de noviembre de 1990, a Alejandro Sakuda, director de La República, Miglio precisó que la “destacada figura política” fue Manuel Ulloa Elías.
Según la carta, Ulloa había recibido la información de Luis Gonzales Posada, entonces ministro del Justicia. También ese libro y ese testimonio deberían comparecer ante la justicia.
Alan García mostraba ya currículo de desenfreno represivo. Tenía apenas dos meses en el gobierno cuando se produjo, el 14 de agosto de 1985, la matanza de Accomarca, en que perecieron 69 campesinos.
La pasión homicida no se dio tregua. Así, el 14 de octubre de 1985, acontece en Lurigancho la matanza de 35 presos senderistas.
No hace falta coincidir con las ideas del movimiento creado por Abimael Guzmán, ni cohonestar su frenesí violentista y sus actos de barbarie, para condenar esas y otras matanzas perpetradas por la fuerza pública. La experiencia mundial demuestra que la barbarie del poder resulta ineficaz para combatir el terrorismo o, en otros casos, una guerra irregular guiada por causas justas. Cuba, Nicaragua, El Salvador, aparte de Vietnam, lo demuestran. En algunos países, Filipinas por ejemplo, fueron la lucha ideológica y la obra de inteligencia, las que vencieron a la guerrilla.
Nuestra propia historia lo enseña. No fue la saña represiva de las fuerzas armadas, sino el trabajo de infiltración e inteligencia, y la lucha campesina, los que condujeron a la derrota de Sendero y la captura de su jefe, quien un año antes aseguraba haber logrado el equilibrio estratégico frente a los militares.
Fuente: César Lévano/Director del Diario la Primera
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