"El hombre nuevo es aquél que sabe luchar en el auge y en el repliegue, en la victoria parcial o en el revés temporal. Debe luchar, aún sabiendo que la victoria final no está próxima o que incluso no la verá. La lucha de los trabajadores exige no solo interpretar el mundo, sino transformarlo".
GERMAN CARO RÍOS

7/9/08

ENFOQUE PEDAGÓGICO: DE CÓMO LA MEJOR NOTA NO SIGNIFICA SER MEJOR MAESTRO

El caso que presentamos a continuación, es una muestra del déficit de ideas y manejo conceptual que tiene el ministro Chang y sus asesores de lo que significa el término EVALUACIÓN.

¿Cuántos casos similares a éstos habrá en todo el país?. ¿Quién entiende a estos seudo especialistas, y asesores agazapados del poder precario del aprismo, ignorantes en materia pedagógica?.

Los niños de de la escuela rural de la Provincia Quispicanchi, en medio de sus limitaciones y su inocencia han demostrado que en materia de evaluación, conocen más que los burrócratas del ministerio de educación.

De cómo la mejor nota no significa ser mejor maestro
Rosa María Mujica
05/09/2008

Hace pocos días, en un curso con un grupo de educadores rurales de Quispicanchi, en Cusco, se me acerca el Director de una de las escuelas y comparte conmigo su pena.
En su escuela rural multigrado, en una comunidad campesina de la provincia de Quispicanchi a más de 4,000 mts de altura, habían logrado constituir un equipo de maestros y maestras verdaderamente comprometidos con sus niños y niñas, con la comunidad y con una educación intercultural bilingüe de calidad.
Dentro del grupo, contaban con una excelente maestra contratada que se desempeñaba como profesora de primer y segundo grado. Sus niños y niñas de primer grado ya estaban aprendiendo a leer en quechua y los de segundo lo hacían con soltura y, lo que es más importante, adoraban a Anita.
Ir a la escuela se había convertido en una ilusión cada día. Las niñas al fin habían sido visibilizadas y eran ahora sujetos importantes en el proceso educativo, el que se daba en medio de cantos, risas, juegos y un ambiente de mucha alegría. Aprendían matemáticas con juegos, las clases de ciencia y ambiente se hacían en el campo, las decisiones se tomaban por consenso donde todos los niños y las niñas participaban sin exclusión alguna, y todos y todas conocían sus derechos y responsabilidades que se reflejaban en las normas para el aula que habían construido juntos después de un largo debate.
Anita contaba cómo un día que tuvo que faltar a clases, porque había sido citada a una capacitación de la UGEL, al regresar a su aula al día siguiente los niños la interpelaron. Le dijeron que ella no podía faltar, porque tenían derecho a estudiar, mientras que era su deber, como maestra, enseñar. Anita, lejos de molestarse, les explicó las razones de su ausencia y les pidió disculpas por no haberles avisado.
Los niños, entonces, le dijeron que la disculpaban, pero que la próxima vez les tenía que avisar con tiempo y dejarles tareas para no perder el tiempo, y así lo acordaron.Los padres y las madres, campesinos pobres, analfabetos, habían descubierto con Anita que eran personas, seres humanos dignos, personas valiosas y ya le habían pedido que les enseñe a leer y escribir, porque querían aprender para ayudar a sus hijos e hijas con las tareas escolares.Anita era una excelente maestra en el aula, pero no había logrado aprobar el examen para las plazas. Su timidez e inseguridad le ganaron la partida.
De pronto, hace algunas semanas, llega la maestra que sí había aprobado el examen y que debe reemplazar a Anita por órdenes superiores, que nadie entiende.Marta es una profesora sin experiencia en el mundo rural, no habla quechua y le es muy difícil integrarse al trabajo de equipo. Desde el principio ha puesto distancia entre ella y los otros dos maestros con los que debe convivir. Sus clases son monótonas, discursivas y prefiere el dictado. Se han perdido los cantos, las excursiones y la alegría.
Los niños y las niñas, desconcertados, están tratando de aprender a estar en silencio, a no preguntar por miedo a la respuesta de la nueva maestra, a mantenerse en sus sitios sin hacer demasiada bulla, no vaya a ser que se moleste la nueva maestra.Nadie entiende que Marta haya sido calificada como mejor maestra que Anita.
Las niñas y los niños preguntan sobre quién lo ha decidido, y creen que ha habido un error, que se han equivocado. Lo mismo piensan las madres y los padres. Es difícil explicarles que en los exámenes que el Ministerio de Educación ha tomado a los maestros, sólo han considerado los conocimientos académicos, que no se toma en cuenta para la calificación el desarrollo pedagógico en el aula, que ni las canciones inventadas ni los juegos tienen puntos, que no se mide para evaluar a una maestra que sus niños y niñas la quieran, ni que el aula sea espacio de alegría.
Tampoco se toma en cuenta que los niños, desde primer grado, hayan aprendido a leer.
Todo esto los desconcierta, no lo entienden, creen que la escuela debe enseñar muchas cosas, pero quieren aprenderlas como lo hacían con Anita.

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