Dr. JUAN CONTRERAS TAYPE.
Asociación Casa de los Derechos Humanos
La globalización no es un proceso social novedoso en
la historia humana. La invasión del siglo XVI sobre el continente americano, la
guerra de las cruzadas en la Edad Media, las guerras mundiales del siglo XX,
etc. han revelado el afán imperialista de las grandes potencias de extender sus
dominios territoriales, asegurar el control de sus recursos naturales y la subordinación
de sus economías al poder imperial; la imposición de sus costumbres y valores
ideológicos, etc.
En nuestra época la globalización representa la
expansión del capitalismo en su fase imperialista, global, caracterizado por la
expansión de la economía de libre mercado, la hegemonía de los poderes
transnacionales y la construcción de un megamercado de alcance planetario. En
ese escenario global que los analistas
denominan “La Tercera Ola” (Tofler), el “Shoping Center Mundial” (Ianni),
“Sociedades Pos Industriales (Touraine), etc. los Estados, especialmente, los
aquellos ubicados debajo de la Línea Ecuatorial como el Perú, han sido
reducidos a su mínima expresión, representan el poder formal, más no el poder
real, de donde provienen las decisiones políticas.
Frente a los poderes financieros transnacionales (FMI,
Banco Mundial, etc.) y las nuevas reglas de regulación económica-comercial
(Tratados de Libre Comercio TLC), estos Estados son sólo construcciones
formales, ficticias, sin mayor capacidad para establecer correlaciones de
fuerza favorables para sus países como se aprecia del Acuerdo Trasnpacifico de Cooperación
Económica (TPP) recientemente firmado por el gobierno de Ollanta Humala
favoreciendo, entre otras cosas que se pierden en el secreto, el inmenso
poder de los grandes laboratorios a través del control de las patentes y su
absoluto poder sobre la medicina (los genéricos) convirtiendo la salud en un
negocio descarado contra los enfermos de
cáncer, sida y otros males. El mercado, la ganancia desmedida contra el derecho fundamental a la vida, la salud, etc.
Un Estado fuerte, legitimo y con capacidad de convenir
en términos de prevalecer el interés nacional es lo que necesitamos los peruanos.
Sin embargo, un Estado debilitado, reducido a condición de Estado subsidiario
en la Carta Fundamental (art. 60) sin mayor injerencia en la actividad
económica (espacio que se ha entregado en bandeja a las empresas
transnacionales); sin soberania para llevar a los tribunales peruanos las
controversias que impacten sobre el patrimonio nacional y, más aún, sin poder
para modificar los Contratos -Ley celebrados con poderosas empresas
transnacionales ((arts. 62 y 63), ¿qué capacidad puede tener para ser garante
del bienestar y los derechos humanos de
sus ciudadanos, principalmente?
Durante la Revolución Industrial el capitalismo
requeria de mano de obra para reproducir las mercancías (producción en masa) y
satisfacer la demandas del mercado. Por ello aparecieron miles de fábricas en
las principales urbes europeas, surgiendo el proletariado como clase social
producto del desarrollo industrial. En esta época, en cambio, las empresas
transnacionales hacen uso de la llamada
“tecnología inteligente” basada en la tecnología de las comunicaciones y
la información (TICC) con los cuales se garantizan los ciclos de producción y
de intercambio comercial a nivel
planetario. Este proceso innovador ha lanzado a miles de trabajadores al
desempleo. En conclusión, la “sociedad
del conocimiento” no requiere tanto de mano de obra, sino de conocimiento y de
la innovación científica que sólo puede devenir de un sistema educativo de
excelencia. Esto en el Perú no existe.
¿En qué condiciones el sistema educativo peruano es capaz
de articularse a la sociedad global? ¿En una sociedad de escaso desarrollo
industrial es posible hablar de educación de calidad en el Perú, cuya economía, a saber, prolonga un modelo de desarrollo basado en el viejo
extractivismo de data colonial que las élites exhiben como única receta para el
desarrollo? ¿No hemos llegado tarde a
la diversificación industrial?
¿Ha sido el Dec. Leg. 882 (Norma dictada por Alberto Fujimori que facilita la
privatización de la educación en todos sus niveles y modalidades) la solución
al problema estructural del sistema educativo peruano, o la clave que explica su desbarrancamiento sin
freno? ¿Y que decimos los peruanos de la pauperización académica de la
educación básica y superior, convertido en negocio y fuente de inmensa fortuna
de políticos - empresarios inescrupulosos que sin pudor alguno exhiben “plata
como cancha” o deslizan frases de ripley como “la plata llega sola”?
Es penoso constatar que la educación pública sea un
tema ausente en el debate electoral. Esto nos advierte que el panorama
en este sector será el mismo. Es decir, no habrá cambio alguno y que la
clave para su desarrollo descansará, como ahora, el sector privado. Es decir, seguiremos teniendo una educación
pública básica y superior cargando sus múltiples pobrezas y una educación
privada, a decir de los
“consumidores”, cada vez más cara y académicamente pobre, salvo prueba en contrario.
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