JUAN CONTRERAS T.
Un gran debate viene desarrollándose en las ultimas semanas respecto al tema de la unidad del magisterio, necesario para revitalizar nuestro alicaído sindicato y encarar concientemente la arremetida cada vez mas agresiva del régimen de turno. Me permito desarrollar aquí algunas ideas intentando interpretar las razones sustantivas que han arrastrado al SUTEP a una crisis orgánica, ideológica y política permitiendo que el régimen aprista, estandarte del modelo neoliberal en el Perú, haya pasado por encima del sindicato atropellando innumerables derechos laborales y económicos del magisterio nacional.
I LA CONCEPCION PATRIMONIALISTA DEL PARTIDO SOBRE EL SINDICATO.
Un gran debate viene desarrollándose en las ultimas semanas respecto al tema de la unidad del magisterio, necesario para revitalizar nuestro alicaído sindicato y encarar concientemente la arremetida cada vez mas agresiva del régimen de turno. Me permito desarrollar aquí algunas ideas intentando interpretar las razones sustantivas que han arrastrado al SUTEP a una crisis orgánica, ideológica y política permitiendo que el régimen aprista, estandarte del modelo neoliberal en el Perú, haya pasado por encima del sindicato atropellando innumerables derechos laborales y económicos del magisterio nacional.
I LA CONCEPCION PATRIMONIALISTA DEL PARTIDO SOBRE EL SINDICATO.
Esta concepción considera que el sindicato constituye un patrimonio, un feudo del partido, y que toda acción política y/o sindical debe girar respecto de esta lógica: la línea oficial del partido. Esta línea no admite contradicciones ni ambivalencias, menos corrientes de oposición o de contienda en su interior. Se impone a toda costa y por encima de otras posiciones. Al trasladarse este concepto a la vida sindical, el sindicato termina siendo un furgón de cola del partido, una propiedad indisponible del partido al que se controla férreamente y donde no valen conceptos como la democracia sindical, las elecciones universales, la alternancia en la dirección sindical, el control económico-financiero de las dirigencias, útiles para la transparencia y el control interno, derecho de sus agremiados.
Bajo esta concepción el sindicato termina convertido en un aparato, sin identidad ni dinámicas propias, enteramente subordinado a la lógica partidaria y por cierto, también a sus intereses económicos, la red de clientelaje, etc. El caso de la Derrama Magisterial confirma este argumento. Idem, el CONAFOVICER. Ni hablar de la CTP aprista.
En nuestro tiempo esta concepción es absolutamente reaccionaria. El patrimonialismo representa una negación del Frente Único. Anula la dinámica interna y convierte a los dirigentes en expertos profesionales del control sindical, verdaderos comisarios del orden y dueños de la voluntad de los maestros, para quienes poco vale el cuestionamiento a la "línea oficial" que, al final de cuentas es la que todo manda, todo dirige. Olvidan, como decía Mariategui que "El frente único no anula personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen (...) todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase, vinculados por la lucha contra el adversario común, ligados por la misma pasión renovadora (...) Lo que importa es que esos grupos y esas tendencias sepan entenderse ante la realidad concreta el día. Que no empleen sus armas ni dilapiden su tiempo en herirse unos a otros, sino en combatir el orden social, sus instituciones, sus injusticias, sus crímenes".
La izquierda peruana, en sus diversos matices, tiene amplia experiencia y trayectoria en el control patrimonial de las organizaciones sindicales. ¿De que sirve eso ahora? ¿Ha sido eficaz esta concepción patrimonialista para frenar la arremetida neoliberal en el terreno de los derechos laborales y económicos de los trabajadores, en particular del magisterio? NO. Esta concepción ha fracasado. Y, en su desgaste termina arrastrando a las organizaciones sindicales a su lenta extinción, sin renovación alguna y, sobre todo, en el caso de sus encumbrados dirigentes, sin capacidad para admitir con altura sus crasos errores, inconscientes que todo esto significa otro inmenso retroceso en la vida sindical, tan necesaria para los trabajadores.
II LA UNIDAD, COMO RESULTADO DE UNA LOGICA DE RUPTURA Y CAMBIO.
Ciertamente es legitima la demanda de los maestros y maestras de base de construir bases para la unidad del magisterio peruano. Pero, la unidad comprende una lógica de ruptura y cambio en función de los intereses de los trabajadores. Veamos:
De un lado, la unidad supone esencialmente la convergencia fundamental e irrenunciable de los trabajadores alrededor de sus interés comunes, sean laborales, económicos, sociales, etc. Es lo que llamamos la unidad de los trabajadores en función de sus intereses de clase. Alrededor de los intereses de clase no hay lugar para la componenda ni la convivencia con el régimen patronal, sea publico o privado, salvo que se pretenda ser engranaje del Estado.
Aceptada la tesis que el Estado Neoliberal representa los intereses del poder transnacional y de las burguesías nativas subordinados a ese modelo económico, excluyente y explotador, queda claro entonces que no hay lugar para la convivencia ni los acomodos ni reacomodos con la clases clases dominantes. Los intereses de clase, su defensa y promoción, constituyen la premisa básica para construir la unidad.
La unidad de los maestros importa para las cúpulas partidarias el renunciamiento en el terreno de los hechos a la practica patrimonialista que ha llevado al SUTEP a su crisis mas honda, el cual supone como tarea fundamental la democratización del sindicato (Elecciones universales, recambio dirigencial, control económico - financiero, etc.). Esto ultimo es clave para la construcción de una unidad sobre bases sólidas y permanentes. La unidad es el resultado de una profunda dinámica que comprende, entre otros aspectos, la democracia interna. ¿Alguien puede admitir como legitimo que las dirigencias sean elegidas al margen de un proceso eleccionario democrático y transparente? Esto es ya decididamente reaccionario.
La unidad no pasa por una convergencia de ideas y posiciones entre los altos dirigentes del magisterio peruano. La unidad no se plasma en el papel. (Numerosas apuestas de unidad, llámense ARI, IU, etc., han terminado en el barranco de los deseos, solo eso). En resumen, la unidad es un proceso dinámico de rupturas y cambios que se plasman en el terreno de los hechos, teniendo por delante los intereses de los trabajadores, en concreto.
¿Puede alguien creer que mientras permanezca la concepción patrimonialista sobre el SUTEP, este retomara nuevos bríos y ejercer eficazmente la defensa de los intereses de clase del magisterio peruano? Y, en que queda el Frente Único, tal largamente postergado en el SUTEP?
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