Considerando de interés en el debate de sucesos como el presente, dejamos a que nuestros amigos lectores puedan meditar de cuan grave y comprometedor es la situación de ponerse a defender un modelo a ultranza a sabiendas que este es ferozmente criminal con los pobres.
Los sucesos de hoy, que preocupa a la derecha cavernaria, son sólo el principio de una lista de facturas que están iniciándola pagar y que en adelante los costos serán mayores. La debacle de Alan
El magro 20 por ciento de Alan García ha sido como un cañonazo contra la soberbia presidencial. Nadie lo quiere, nadie lo defiende, la gente lo desprecia por desleal con su electorado, por hablador, por mentiroso, por incapaz, por gobernar para los ricos y hasta por gordo. Alan García que hace unos meses era alabado en La Planicie y en la Confiep, en San Isidro y en Asia ha visto bajar su caudal político en forma violenta.
Aldito Mariátegui está desesperado. El régimen, en el que fungía de ideólogo se desploma, y está más asustado que gato en tina. Ayer propuso un mejor marketín de imagen, pero siempre es difícil ocultar la realidad. No, amauta del fascismo. No se trata de un asunto de forma como crees. Por su parte Mirko Lauer, amigo vergonzante de Alan, ve negro el panorama en su columna de La República. Ay, qué bruto Alan, cómo se te ocurrió hacer alianza con la derecha. Yo te avisé, parece insinuar.
¿Qué pasó realmente? La verdad no es que Alan haya dejado de hacer click con la población, sino que hay un cortocircuito en el país, que viene desde lejos y que corre bajo tierra. Un problema de fondo: política y economía están disociadas. La democracia, que no es otra cosa que el estado como árbitro entre las clases, no se lleva bien con el neoliberalismo, que exige todo el poder a los ricos. Esta chicotería mal cableada puede chamuscar al gobierno aprista más rápido de lo que canta un gallo, según el deprimido punto de vista de Lauer. No solo la imagen del presidente está por los suelos, Es el modelo el que no funciona. Sí, ése mismo que fundara Fujimori luego del autogolpe, con privatizaciones y piernas abiertas al capital extranjero, al amparo de su constitución autoritaria que todavía nos rige.
Todo iba bien hasta que Alan ganó las elecciones. Allí hubo un crash. El gran candidato pasó a convertirse en el pésimo estadista. No se dio cuenta de que era el mal menor, que su legitimidad se conjugaba en condicional, que era un peón transitorio ya que era rehén de su pasado. Tampoco se percató de que la derecha lo soboneaba para librarse del pueblo antisistema, pero que a la primera de bastos lo abandonaría, cuando ya no sirviera a espurios intereses, de sobreganancias, y prebendas.
Alan ya electo creyó que aliándose a la derecha le daría gobernabilidad a su segundo periodo. Sin embargo el mandato del pueblo era otro, diametralmente diferente. Altanero y vanidoso, se dejó arrullar por la Confiep y los mineros, y se alió a la gavilla neoliberal que puebla el estado, y por extensión a la caterva fujimorista. Craso error. La traición a su programa comenzó cuando firmó el TLC, entre gallos y medianoche poco antes de la trasmisión de mando. Allí se vendió a los ricos, aún antes de imponerse la banda. Allí comenzó su inexorable ocaso. Su colosal miopía estratégica
Desde entonces el segundo alanismo ha vivido arrodillado a Bush y a Yanacocha, al grupo Romero, a los chilenos. Mientras tanto el pueblo se ha sentido defraudado una vez más, viendo como los frutos del crecimiento solo llegan a una franja social reducidísima, y como la inflación merma el salario de los más. Qué concha, parece decir casi el 80 por ciento de los peruanos. Yo voté por otra cosa. Hasta Toledo era mejor. Qué incapacidad la de Alan si lo único que tenía que hacer era hacer un gobierno de centro, y demostrar un poquito de eficiencia, un Forsur inteligente y expectorar a la Zavala del Ministerio de Necropsias.
Lo cierto es que la derecha mediática y el PPC han abandonado a García. El Comercio y hasta Chichi Valenzuela lo miran con recelo. Alan ya no sirve para las tareas de contención social del antisistema, ya no representa a nadie, ha perdido legitimidad, demasiada incompetencia la de este partido mediocre. Mucho floro y poca chamba, ineptitud y mano larga. Necesitamos otra representación de nuestros intereses. Si el régimen hace agua y está desacreditado, mejor saltar del barco. Chau Aldito.
Recuerdo que Alan era del tercio inferior cuando pasó algunos semestres por sociología de la Católica. Se ve que no aprendió mucho de políticas de estado y que necesita un abc de gerencia. a gritos, aunque ya es un poco tarde. Ahora que ya se abrió prematuramente la próxima campaña electoral, Alan y los apristas ya no sirven. Muy cholos e incompetentes. Aj, Velásquez Quesquén.
Los enjuagues en el Congreso y el infame pacto con el fujimorismo han tenido la virtud de mostrarnos la podredumbre. El pueblo no se chupa el dedo. Es la hora de un cambio de modelo y de un cambio de Estado, de constitución, una revolución de los pobres con una eficiente gerencia. De un nuevo régimen que ponga en su sitio a los ricos, y cambios que vuelva al estado más pilas.
El poco inteligente de Alan no se dio cuenta de su papel de fusible de emergencia. La carga de las corrientes subterráneas es tan fuerte que ya volaron los plomos, incluido el obeso presidente. A este paso no durará mucho, como atestigua Lauer. El ochenta por ciento de los peruanos buscan un cambio. Quizá deberíamos pensar en un adelanto de elecciones y en una vacancia presidencial, porque Alan no es Toledo. El Frontón y la hiperinflación, no es la epopeya de los Cuatro Suyos.
Rodrigo Nùñez Carvallo
Los sucesos de hoy, que preocupa a la derecha cavernaria, son sólo el principio de una lista de facturas que están iniciándola pagar y que en adelante los costos serán mayores. La debacle de Alan
El magro 20 por ciento de Alan García ha sido como un cañonazo contra la soberbia presidencial. Nadie lo quiere, nadie lo defiende, la gente lo desprecia por desleal con su electorado, por hablador, por mentiroso, por incapaz, por gobernar para los ricos y hasta por gordo. Alan García que hace unos meses era alabado en La Planicie y en la Confiep, en San Isidro y en Asia ha visto bajar su caudal político en forma violenta.
Aldito Mariátegui está desesperado. El régimen, en el que fungía de ideólogo se desploma, y está más asustado que gato en tina. Ayer propuso un mejor marketín de imagen, pero siempre es difícil ocultar la realidad. No, amauta del fascismo. No se trata de un asunto de forma como crees. Por su parte Mirko Lauer, amigo vergonzante de Alan, ve negro el panorama en su columna de La República. Ay, qué bruto Alan, cómo se te ocurrió hacer alianza con la derecha. Yo te avisé, parece insinuar.
¿Qué pasó realmente? La verdad no es que Alan haya dejado de hacer click con la población, sino que hay un cortocircuito en el país, que viene desde lejos y que corre bajo tierra. Un problema de fondo: política y economía están disociadas. La democracia, que no es otra cosa que el estado como árbitro entre las clases, no se lleva bien con el neoliberalismo, que exige todo el poder a los ricos. Esta chicotería mal cableada puede chamuscar al gobierno aprista más rápido de lo que canta un gallo, según el deprimido punto de vista de Lauer. No solo la imagen del presidente está por los suelos, Es el modelo el que no funciona. Sí, ése mismo que fundara Fujimori luego del autogolpe, con privatizaciones y piernas abiertas al capital extranjero, al amparo de su constitución autoritaria que todavía nos rige.
Todo iba bien hasta que Alan ganó las elecciones. Allí hubo un crash. El gran candidato pasó a convertirse en el pésimo estadista. No se dio cuenta de que era el mal menor, que su legitimidad se conjugaba en condicional, que era un peón transitorio ya que era rehén de su pasado. Tampoco se percató de que la derecha lo soboneaba para librarse del pueblo antisistema, pero que a la primera de bastos lo abandonaría, cuando ya no sirviera a espurios intereses, de sobreganancias, y prebendas.
Alan ya electo creyó que aliándose a la derecha le daría gobernabilidad a su segundo periodo. Sin embargo el mandato del pueblo era otro, diametralmente diferente. Altanero y vanidoso, se dejó arrullar por la Confiep y los mineros, y se alió a la gavilla neoliberal que puebla el estado, y por extensión a la caterva fujimorista. Craso error. La traición a su programa comenzó cuando firmó el TLC, entre gallos y medianoche poco antes de la trasmisión de mando. Allí se vendió a los ricos, aún antes de imponerse la banda. Allí comenzó su inexorable ocaso. Su colosal miopía estratégica
Desde entonces el segundo alanismo ha vivido arrodillado a Bush y a Yanacocha, al grupo Romero, a los chilenos. Mientras tanto el pueblo se ha sentido defraudado una vez más, viendo como los frutos del crecimiento solo llegan a una franja social reducidísima, y como la inflación merma el salario de los más. Qué concha, parece decir casi el 80 por ciento de los peruanos. Yo voté por otra cosa. Hasta Toledo era mejor. Qué incapacidad la de Alan si lo único que tenía que hacer era hacer un gobierno de centro, y demostrar un poquito de eficiencia, un Forsur inteligente y expectorar a la Zavala del Ministerio de Necropsias.
Lo cierto es que la derecha mediática y el PPC han abandonado a García. El Comercio y hasta Chichi Valenzuela lo miran con recelo. Alan ya no sirve para las tareas de contención social del antisistema, ya no representa a nadie, ha perdido legitimidad, demasiada incompetencia la de este partido mediocre. Mucho floro y poca chamba, ineptitud y mano larga. Necesitamos otra representación de nuestros intereses. Si el régimen hace agua y está desacreditado, mejor saltar del barco. Chau Aldito.
Recuerdo que Alan era del tercio inferior cuando pasó algunos semestres por sociología de la Católica. Se ve que no aprendió mucho de políticas de estado y que necesita un abc de gerencia. a gritos, aunque ya es un poco tarde. Ahora que ya se abrió prematuramente la próxima campaña electoral, Alan y los apristas ya no sirven. Muy cholos e incompetentes. Aj, Velásquez Quesquén.
Los enjuagues en el Congreso y el infame pacto con el fujimorismo han tenido la virtud de mostrarnos la podredumbre. El pueblo no se chupa el dedo. Es la hora de un cambio de modelo y de un cambio de Estado, de constitución, una revolución de los pobres con una eficiente gerencia. De un nuevo régimen que ponga en su sitio a los ricos, y cambios que vuelva al estado más pilas.
El poco inteligente de Alan no se dio cuenta de su papel de fusible de emergencia. La carga de las corrientes subterráneas es tan fuerte que ya volaron los plomos, incluido el obeso presidente. A este paso no durará mucho, como atestigua Lauer. El ochenta por ciento de los peruanos buscan un cambio. Quizá deberíamos pensar en un adelanto de elecciones y en una vacancia presidencial, porque Alan no es Toledo. El Frontón y la hiperinflación, no es la epopeya de los Cuatro Suyos.
Rodrigo Nùñez Carvallo
No hay comentarios:
Publicar un comentario