Cada día son más graves los datos sobre la invasión de militares yanquis autorizada por un gobierno antinacional. Se pretexta que los soldados extranjeros van a realizar acciones humanitarias. Pero al mismo tiempo se programan etapas de entrenamiento.
¿Estos gringos buenos necesitan entrenamiento para tomar radiografías y aplicar inyecciones?El ministro de Defensa, Ántero Flores Aráoz ha echado más leña al fuego, al decir que las tropas gringas no traen cañones (arma que ya no se usa).
Asimismo ha expresado: “Estamos hablando de ingenieros que van a gastar más de 500 mil dólares”.
¡Resulta que no son médicos los que vienen, sino ingenieros!Una pregunta más: si la injerencia es humanitaria, ¿por qué no se vincula con el Ministerio de Salud y el de Transportes, en vez de hacerlo con el de Defensa, que se ocupa de asuntos militares?
La presencia de esta soldadesca revela dos cosas: 1. La abdicación del régimen de Alan de todo sentido nacional. 2. La ceguera respecto al peligro que significa la intromisión estadounidense en una zona crítica de nuestro país.
Lo que los yanquis han hecho en Colombia para atizar la violencia y ocupar militarmente debiera ser tomado en cuenta por los congresistas del Perú. El objetivo de Washington en nuestra selva no es acabar con el narcotráfico. Es dominar una región de fabulosa riqueza y potencial en agua, petróleo, gas, madera y material biológico vegetal y animal.
Si los gringos quisieran acabar realmente con el tráfico de drogas, tendrían que ayudar con, por lo menos, tres mil millones de dólares anuales para construir carreteras (en la selva, un kilómetro de vía puede costar tres millones de dólares) por las cuales los agricultores pudieran trasladar sus cosechas.
Eduardo Subirats, el hondo pensador español, desvela en su libro Violencia y Civilización (Editorial Losada, Madrid, 2006) la estrategia del imperio. Para sus planes de destrucción, éste recurre al poder mediático, a través de las redes electrónicas de la “segunda corteza cerebral planetaria”, Subirats nos recuerda que en Bagdad las tropas invasoras no emplearon cañones, sino “misiles de uranio empobrecido, bombas de racimo y bombas de fósforo que son técnicamente armas genocidas de destrucción masiva”. Pero eso se calló en los grandes medios.
En cuanto al narcotráfico, dice Subirats, no se combaten los centros de consumo y financiación en el Primer Mundo, ni las industrias químicas norteamericanas que suministran los productos indispensables para la elaboración de la droga. “Lo que se ataca son los campesinos indígenas.
”Ésa es la realidad de Colombia. Ésa es también la realidad del Perú, ahora amenazado de una guerra disfrazada, como en Colombia, de lucha contra el narcotráfico –a punta de inyecciones, radiografías y, posiblemente, misiles–.
Fuente: La Primaria/César Lévano-Director
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